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EII en niños y adolescentes

Las consideraciones específicas para tomar en cuenta al tratar a niños y adolescentes con EII incluyen la atención a los efectos de la enfermedad en el crecimiento y el desarrollo, la salud ósea y el funcionamiento psicosocial.

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Aunque los niños pueden presentar los síntomas clásicos de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal como: pérdida de peso, dolor abdominal y diarrea con sangre; muchos presentan síntomas no clásicos como:  crecimiento deficiente y retraso de la pubertad. La atención inadecuada al crecimiento, la pubertad o la salud ósea en la infancia puede tener consecuencias a largo plazo, como una altura adulta alterada y un mayor riesgo de fracturas. 

Origen o causa

La creciente incidencia de EII durante los últimos 60 años es demasiado rápida para ser explicada por los cambios en nuestra composición genética y la EII es menos común en los países en desarrollo, pero, a medida que los países se vuelven más desarrollados, la incidencia de la EII también aumenta.

La aparición en los adultos de la enfermedad de Crohn como de la colitis ulcerosa viene dada por una combinación de factores, entre ellos una predisposición genética que interactúa con factores ambientales externos (dieta, tratamiento con antibióticos y/o antiinflamatorios, estrés, uso de anticonceptivos, etc) de ahí que se desarrolle una respuesta inmunitaria alterada que favorece la aparición de la enfermedad.

Como causa principal en el desarrollo de la EII pediátrica es el papel que juegan las alteraciones genéticas, son éstas las que principalmente modifican y condicionan la respuesta del sistema inmunológico para que se de la enfermedad.

En este grupo de edad es menor la influencia de los factores ambientales externos.

Las diferencias entre la EII en adultos y en niños

Existen diferencias significativas en cómo se presenta y el curso que tendrá la enfermedad de inicio pediátrico. Entre las más notables está el hecho de que los niños a menudo tienen una enfermedad más extensa en comparación con los adultos. Los adultos generalmente presentan una colitis ulcerosa del lado izquierdo, mientras que los niños y adolescentes presentan con mayor frecuencia una pancolitis, es decir todo el colon afectado.

En la enfermedad de Crohn, los adolescentes también desarrollan zonas más extensas en comparación con los adultos y a menudo presentan una enfermedad ileocolónica así como del tracto gastrointestinal superior.

La desnutrición conduce a retrasos en la madurez esquelética por lo que la altura en la etapa adulta a menudo se ve comprometida. La pérdida de peso puede documentarse en el 85% de los niños con EC y el 65% con CU en el momento del diagnóstico. El inicio de la insuficiencia de crecimiento suele ser insidioso, y cualquier niño o adolescente con alteraciones persistentes en el crecimiento debe tener una evaluación adecuada para la EII.

Las causas adicionales de un crecimiento deficiente pueden ser varias, entre ellas se ha observado una anorexia relacionada con la enfermedad, exacerbación del dolor abdominal con la ingesta de alimento, un aumento de las demandas metabólicas, las citocinas inflamatorias y el uso de corticosteroides. 

Los niños con enfermedad de Crohn a menudo tienen un retraso en el inicio de la pubertad y su  duración. Además del retraso en el crecimiento, la desnutrición calórica y proteica severa así como la pérdida de peso pueden estar asociadas con niveles prepuberales de esteroides sexuales. La amenorrea (falta del período menstrual) secundaria también se observa después de la pérdida de peso en estos pacientes. La pubertad retrasada en pacientes con EC puede afectar la acumulación mineral normal, contribuyendo a la osteoporosis. Este retraso también afecta la producción de hormonas (estrógenos y andrógenos), que son importantes para la mineralización ósea. Debido a que la mayor parte de la acumulación de masa ósea ocurre durante la infancia y la adolescencia, la mineralización de los huesos a menudo se ve comprometida en pacientes con EC. 

Los estudios indican que en particular los adolescentes tienen una enfermedad más grave, así lo demuestran las tasas más altas de uso de los tratamientos inmunomoduladores y biológicos, y tasas más altas de hospitalización. Todos estos hallazgos se ven agravados por el hecho de que los adolescentes suelen tener una mayor número de consultas médicas perdidas en comparación con los adultos, lo que apunta a la necesidad de diferentes enfoques de atención para esta población de pacientes.

Transición de niño a adulto

Existen muchas diferencias entre la atención de la EII pediátrica o adolescente y la de adultos. Los estilos y enfoques de gestión difieren; Las visitas al médico especialista por parte de los adultos suelen ser más cortas y centradas en el paciente, mientras que las consultas pediátricas suelen ser más largas y centradas en la familia.

Las terapias y ensayos clínicos disponibles para personas adultas pueden no estar disponibles o no ser accesibles para niños y adolescentes. Los procedimientos endoscópicos también varían, los niños y adolescentes suelen tener sedación completa y anestesia durante el procedimiento, a la vez que los adultos suelen tener sedación consciente e inclusive algunos están despiertos durante la misma. Al igual que el tipo de hospitalización para cada grupo de pacientes. Todo lo anterior influye y tiene el potencial de causar ansiedad a los adolescentes / adultos jóvenes en transición.

La transición no es simplemente la transferencia de la atención de un médico a otro, sino un proceso a través del cual un adolescente obtiene la educación y las habilidades de autocontrol para convertirse en un adulto que puede manejar con éxito su enfermedad. 

Una base sólida de conocimiento de la enfermedad y habilidades de autogestión puede permitir a los adolescentes y adultos jóvenes tener un proceso exitoso, lo que disminuye el riesgo de incumplimiento a la adherencia al tratamiento, seguimiento deficiente y recaída de la enfermedad.

Muchos padres tienen preocupaciones importantes sobre el cambio que habrá en la atención en adultos y pueden estar muy apegados al médico pediátrico de sus hijos. Para los padres, puede haber una aprensión y ansiedad significativas sobre dicho proceso, que puede mitigarse mediante la educación, la comunicación y la planificación en torno al cambio mediante la creación de diálogos que se inician mucho antes de la transferencia real de la atención.

Un factor que tanto los médicos como los padres deben tener en cuenta es que los adolescentes y los adultos jóvenes son particularmente vulnerables al estrés psicológico y también pueden sufrir ansiedad o depresión. Los síntomas como fatiga, falta de sueño, cambios en el apetito e incluso dolor abdominal pueden ser signos de una EII activa, pero también son síntomas de depresión. En este último caso, los pacientes deben ser referidos a un terapeuta o psiquiatra para una evaluación y tratamiento adicionales. Los médicos deben asegurarse no sólo de satisfacer las necesidades médicas de sus pacientes, sino también deben ser conscientes de cómo la enfermedad afecta negativamente el desarrollo psicosocial de estos.

Al igual que cualquier otra transición importante de la vida, hay que asegurarse de que todo esté en su lugar para mejorar las posibilidades de éxito. La presencia de un padre o cuidador que lo apoye y aliente al adolescente a asumir la responsabilidad de su propio manejo de la enfermedad es fundamental para garantizar el éxito.